Entre las actividades cotidianas, en los intervalos de las acciones orientadas a una meta (el destino de un transeúnte), el espacio y los comportamientos humanos se ven como un juego gratuito. La ciudad se convierte en el escenario de tal juego, en una escena obvia (esperamos encontrar en ella una cierta cantidad de elementos invariantes) en la que los espacios de tránsito pasan desapercibidos.
El ritmo urbano acelerado convierte nuestras actividades en rutina; la señalética nos hace esclavos de un comportamiento (“Pare”, “Dirección obligada”, “No entrar” ...) y nos manipula como objetos móviles dentro de la estructura urbana. Como individuos nos encajamos voluntariamente en el sistema: mientras más adentro, menos perceptivos.
Un quiebre en nuestra estabilidad perceptiva puede abrir la pregunta sobre lo mecánico del acto humano, sobre el ritmo urbano acelerado. Propongo un desajuste que se dé por medio de una sutil molestia.
Vivimos en un mundo vigilado y paranoico, bombardeado de imágenes y mensajes que supuestamente le brindan tranquilidad a nuestras vidas. Sin embargo, frases como “Sonría, lo estamos filmando” en un local comercial, o bien generan una incomodidad que puede llegar a convertirlo en un lugar de paso, o terminan por pasar desapercibidas debido a su redundancia.
El microcentro Santiaguino, como suele suceder en todas las grandes ciudades, es más bien un espacio de tránsito. No obstante hay puntos que funcionan como lugar de detención y descanso dentro de la vorágine.
¿Qué sucede si estos puntos son intervenidos con el fin de incomodar al transeúnte?
El 28 de Marzo puse en distintos puntos del centro de Santiago (principalmente teléfonos públicos situados en los paseos peatonales Huérfanos, Ahumada, etc.) carteles “Sonría, lo estamos filmando” (y su cínica carita feliz). Se instalaron la noche del 27 de Marzo alrededor de 100 carteles distribuidos por la zona. Es un tipo de intervención que se mimetiza con el contexto físico, por lo que busca más bien permitir la observación de los comportamientos del transeúnte sorprendido, que descubre una señalización que supone falsa (son pocas las probabilidades de que realmente está siendo filmado mientras habla por teléfono) pero que sin embargo está (amenazándolo).
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